LA NIÑEZ ES UNA ALDEA que hemos abandonado.

Se puede volver a ella como al caserón en el que un día

 estuvimos y donde había alfileres, inquietud, largos pasi-

llos, alguna medicina, calcetines de lana, matemáticas de

las que había que huir, anzuelos y novelas ejemplares.

 

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LA NIÑEZ ERA UNA VAGONETA que arrastrába-

mos sin saber entonces su contenido. Y la arrastrábamos

entre juegos, confusión, camisas planchadas, monotonía,

miradores, cacerolas con leche hirviendo y más de una

rifa donde nunca me tocó nada.